La obra de Mariá Fortuny
vuelve a Reus, ciudad natal del pintor, donde expone 45 de sus obras más
destacadas.
MARÍA BELEÑA MARTÍNEZ
La
odalisca
Hacía años que no se
podían ver juntas tantas obras del pintor, en Reus desde el año 1974,
coincidiendo con el centenario de su muerte, y en Barcelona desde la antológica
del MNAC año 2003. La celebracíón del 175 aniversario del nacimiento del pintor
y una carambola, han posibilitado el reencuentro. El Museo Nacional de Arte de
Cataluña, MNAC, con motivo de la conmemoración, ha organizado una muestra
monográfica sobre La batalla de Tetuán en la que se exponen cerca de doscientas
obras preparatorias, ha tenido que vaciar varias salas contiguas a la enorme
obra, pero en vez de guardar las 28 obras de Fortuny en sus salas de reservas. A
estas obras emblemáticas, se han sumado otras no menos importantes procedentes
de la Academia de Bellas Artes de Sant Jordi, como la obra historicista Ramon
Berenguer III clavant l'ensenya a la torre del castell de Fòs, realizada en
1857, que le sirvió para obtener la beca de la Diputación de Barcelona en Roma
que le cambió la vida para siempre, y tres de los excelentes dibujos de figuras
masculinas que el pintor realizó ya en la ciudad eterna durante su etapa de
formación y que cuesta creer que son dibujos al carbón o a tinta y no
fotografías.
Il
contino
Además de las obras que
conserva el Museo de Reus, como el maravilloso Niño en Portici, pintado en el
último año de su vida, en 1874, la exposición permite ver, de forma
excepcional, El vendedor de tapices (1870) que es propiedad del Museo de
Montserrat, pero que no se expone normalmente para no dañar las acuarelas con
la que está realizada la obra. El conjunto reunido en la casa del
artista se cierra con obras pertenecientes a colecciones particulares, y por lo
tanto más difíciles de ver como un tenebroso Retrato de San Andrés (1870)
copiado del pintor Ribalta.
El vendedor de tapices
Los expertos han
dividido la exposición en varios ámbitos en los que se repasa la imagen del
pintor a través de algunas de las fotografías que se conservan de él, un
autorretrato realizado en Roma en 1958 y un retrato que le realizó su suegro
Federico de Madrazo. Fortuny, vivió en Reus, Barcelona, París, Granada o Roma,
pero también pasó temporadas en Marruecos para cumplir con el encargo de la
Diputación de Barcelona y así plasmar los logros bélicos del ejército español
de la mano de O'Donnell y Prim. Allí descubrió la riqueza cromática del mundo
árabe y comenzó sus obras orientalizantes,
que no abandonaría hasta 1870. En ese año, tras su triunfo en la sala Goupil de
París, cuando vendió la vicaría por 70.000 francos, se vio envuelto en un aura
de prestigio y triunfo social, comenzó a desarrollar una pintura más personal y
temas más cercanos a su entorno. Esta última etapa queda reflejada en dos obras
que cierran la exposición: Paisaje de
Granada (1871), una pintura de pincelada potente, de colores claros y luz
intensa, que se adelanta a la de los impresionistas y que fue admirada por
Manet, y Niño en Portici, un retrato de forma directa, con pincelada esbozada y
gran expresividad. Mirándolo no podemos dejar de pensar en muchas de las
figuras que luego pintó Sorolla.
Los pintores románticos españoles son muy interesantes... por cierto, recomiendo ir al Museo Romántico de Madrid.
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