En
la galería Gema Llamazares de Gijón y
anteriormente en el Centro Niemeyer de Avilés, los espectadores hemos podido presenciar la exposición Devastación de
la artista asturiana Soledad Córdoba, toda una galería de paisajes y
autorretratos que rebosan creatividad y sentimiento.
Soledad Córdoba. Exposición Devastación. |
Soledad Córdoba
(Avilés, 1977) es una artista reconocida que ha conseguido importantes
reconocimientos nacionales como el primer premio de Fotografía “El Cultural” del periódico El Mundo (2001), el primer premio de Fotografía Certamen Jóvenes Creadores del
Ayuntamiento de Madrid (2003) o el primer premio de Artes Plásticas “Premio
Joven” concedido por la Fundación General de la Universidad Complutense (2004), a eso se suma su doctorado en Bellas Artes, lo que
nos da una idea de la artista a la que nos enfrentamos.
El título de
la muestra ya es de por sí revelador de lo que nos vamos a encontrar, todo un
universo onírico e inquietante en donde el cuerpo de la artista juega un papel
central y fundamental como base de muchas de sus obras, tal y como viene siendo
habitual en sus trabajos. En esta ocasión, la artista utiliza escenarios
desolados, vacíos, estériles o abandonados como telón de fondo de su fotografía
y se coloca a ella como eje central de la composición, con el color negro como
elemento expresivo de sus sentimientos.
En la
exposición de referencia, las obras se engloban en torno a dos ejes temáticos
denominados Hogueras frías compuesto por piezas
fotográficas de grandes dimensiones, una proyección en vídeo y una instalación y Ojos
tatuados conformado por dibujos de autorretratos repletos de simbolismo y
sentimiento
y que expone por primera vez.
Obra Devastación VIII |
A ello se suma el denominado Cuaderno negro, un estilo de diario de a
bordo, donde la creadora incluye escritos basados en sus conversaciones con la
comisaria de la exposición Susana Blas y con la poeta Alejandra Pizarnik. Todas
estas diferentes manifestaciones creativas aportan innovación, riqueza y
diversidad a esta muestra ya de por sí repleta de matices e interpretaciones.
Lo que el espectador ve a lo largo de la exposición, es
a la artista enfrentándose a emociones negativas y en territorios desolados
afines a su estado mental, pero apostando con su actitud, porte y mirada firmes
por enfrentarse a ellos, en luchar y en sobrevivir.
Los elementos principales y más características en la
muestra, son el uso de la fotografía como base de sus creaciones y de su propio
cuerpo como eje reflexivo principal de su obra y con el que nos quiere
transmitir sus emociones y experiencias vitales. Los paisajes en los que se
desarrollan sus piezas resultan ser escenarios fríos, crudos, sacados de un
realismo oscuro y apocalíptico repletos de naturalezas muertas, junto con elementos
simbólicos que confunden al espectador con tintes oníricos. Naturaleza y cuerpo
se unen para dotar de significado y emociones sus fotografías, piezas idóneas
para un público inteligente y reflexivo. Sus fotografías irradian fuerza,
emoción y belleza y en muchas de ellas destaca la blancura de la piel de la
fotógrafa que contrasta con el color negro de sus piezas, así como sus grandes
ojos, como elementos focalizadores y expresivos de gran parte de sus
fotografías y dibujos. Algunos de los elementos de los que se rodea Soledad en
esta muestra son inmateriales como el humo o tangibles como ramas secas o velos
que enmarcan y envuelven su cuerpo físico y su rostro y que aportan más
colorido y peso al conjunto.
Obras Devastación IX y Devastación II |
Al espectador le confiere un papel activo, de
intérprete de sus creaciones y como agente de reflexión de los estados
emocionales que trascienden de las fotografías. Estados que expresan dolor,
soledad y abatimiento, pero que también irradian belleza y emotividad.
En definitiva, una exposición recomendable para todo
aquel que guste de ver sentimiento e innovación a partes
iguales.
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