jueves, 19 de marzo de 2015

Raoul Dufy: La luz de Le Havre


Quizá fue el puerto Le Havre o la pasión por descodificar las sensaciones de la luz y la perspectiva, pero en su obra se repiten el mar, el puerto, las playas, los pescadores, los bañistas y las celebraciones, bajo la influencia de la luz de su ciudad, Le Havre.

Dufy nació en esta ciudad marítima y comenzó a trabajar desde muy joven en su puerto como controlador de barcos, por la noche estudiaba pintura en la escuela municipal, de esta época es el  autoretrato que podemos ver a la entrada de la exposición en el museo Thyssen Bornemisza de Madrid. Un retrato que sigue la línea de su primera escuela, pero con una luz particular, la mitad de su rostro se ilumina con los tonos cálidos del atardecer atlántico. Poco después le concederían una beca para estudiar en la escuela de Bellas Artes de París. Allí contactó con los nuevos movimientos artísticos de la época y sus autores: conoció a Pablo Picasso, fue compañero de estudios de Georges Braque,  y seguidor de Matisse, aunque éste no le profesó la misma admiración, sino todo lo contrario.


Pronto se contagió Raoul del entusiasmo impresionista, en esta época pintó El Mercado de Pescado, las pinceladas cortas y yuxtapuestas lo revelan. En la obra vemos el interior de la lonja, la profundidad está marcada por tres franjas: la inferior en tonos cálidos, la intermedia que agrupa a los personajes y en la superior los colores fríos tiñen los elementos arquitectónicos. Aquí se comienza a revelar un cambio hacia el fauvismo, la señal es una interrupción en la pincelada impresionista que da paso a un área de color liso en la blusa de una de las pescaderas.

14 de julio en Le Havre, el autor recrea un cuadro de Claude Monet con el mismo motivo, la celebración de la fiesta nacional francesa, pero cambiando su técnica, Dufy se adentra en el estilo fauvista y colorea grandes zonas con colores lisos, banderas y paredes lucen areas monocromáticas, en general pocos colores y muy vivos.

El campo de trigo es quizá su obra más famosa, vemos en ella una escena de siega con caballos. Un paisaje bucólico, en un día claro y azul, contrastando con un campo dorado de espigas. Los colores, arbitrarios, cálidos y acogedores sobrepasan los contornos de las figuras, patente sobre todo en los caballos.


El artista también experimentó con el punto de vista, elevándolo en unos casos para compartirlo con los pájaros que sobrevuelan los veleros, y en otros comprimiendo la perspectiva como si de un teleobjetivo se tratara. Para él, desde una  visión elevada y lejana, la escala de los objetos carecía de importancia, así las personas podían tener el mismo tamaño que los barcos desde este punto de vista.


Antes de la Segunda Guerra Mundial, Le Havre era un destino vacacional, y el artista pintó en muchas ocasiones las pasarelas de sus playas y frente al casino Marie Christine. En Reflejo del sol en el agua captamos su visión de ese momento, los bañistas diluidos en el agua, contrastan con los trajes oscuros. El sol contorneado de negro nos avanza su visión de lo que es un contraluz. Al contrario que en fotografía, él sentía que el negro era el color que mejor
representaba la luz cegadora, porque impide ver casi todo lo que le rodea. Esta visión se repite en su serie de cargueros negros, varios cuadros en los que las naves están envueltas en una gran masa negruzca, que representa ese exceso de luz que impide su visión detallada. 

Estos cuadros, pintados al final de su vida han sido interpretados a veces como un presagio de su cercana muerte, la amargura de ver su ciudad destruida por la guerra y el sufrimiento de la artritis que padeció al final de su vida.

Dufy ha sido menos conocido que otros pintores contemporáneos, quizá por una interpretación edonista de su obra. Escenas desenfadadas y alegres, llenas de bañistas y fiestas junto al mar, que parecían reflejar una sociedad irreal. Sin embargo, Dufy intentó siempre que su estado de ánimo no se trasmitiera a su obra. Por eso quizá tanto la negritud de sus mercantes como la vivacidad de sus regatas era más expresión de la luz marina que su visión de la vida.


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