Análisis, comentario y crítica de las obras pictóricas de C. Monet y V. Van Gogh desde el punto de vista comparativo, similitudes y diferencias.
Francisco Rodríguez Guerrero
RESUMEN
Nos proponemos en este trabajo establecer las similitudes y diferencias existentes entre las obras La catedral de Rouen, el portal a pleno sol, armonía en azul y oro; óleo sobre lienzo realizado en 1893 por Claude Monet, Museo d’Orsay, Paris; y El dormitorio, de Vicent Van Gogh, en su segunda versión (realizó cinco si tenemos en consideración los dibujos preparatorioas que aparecen en alguna de sus cartas a a su hermano) confeccionada en 1889 en Arles, óleo sobre lienzo que se exhibe en el Art Institute de Chicago. Ambos trabajos pertenecen al afán “serialista” de los pintores, un afán sin duda más acentuado en Monet, que ya había trabajado en la misma línea con la Estación de Saint Lazare, los Álamos junto al río Epte o con los almiares[1]. Nos detendremos en la observación de la luz, por tanto el tiempo como dimensión, por parte de Monet y en el uso de la perspectiva exagerada, acelerada, y los colores en Van Gogh.
PALABRAS CLAVE
Monet, Van Gogh, El dormitorio, La catedral de Rouen, luz, perspectiva.
SUMARIO
1. Introducción
2. Vincent Van Gogh
3. Claude Monet
4. Contexto histórico-cultural
5. Análisis comparativo
6. Comentarios
7. Crítica
8. Referencias
1. INTRODUCCIÓN
Ya en 1863 el poeta francés “maldito” Charles Baudelaire publicó en el periódico Le Figaro un ensayo titulado El pintor de la vida moderna en el que señala: “El arte moderno será el que lleve a sus obras el porte, la mirada y el gesto de la vida moderna”. Algunos años después, en 1874, la subversión impresionista irrumpía impetuosamente y Claude Monet, (París, Francia, 1840-Giverny, Francia, 1926), que siente la necesidad imperiosa de ser moderno, se dedica al placer de pintar sus “series” influenciado sin duda por aquellos artistas japoneses que llevaron a estampas series de vistas de algunos hermosos lugares de Japón como las Cincuenta y tres estaciones del Tokaido, de Utagawa Hiroshige[2] o las Treinta y seis vistas del monte Fuji, de Katsushika Hokusai.[3] En realidad, desde 1854, cuando Japón inicia relaciones diplomáticas y comerciales con Occidente, en París estalla el “japonisme”, la fascinación por todo lo que llega de aquel país. Los futuros impresionistas quedan maravillados ante los grabados nipones, sin detalles accesorios y con predominancia de las manchas de colores.
Si Monet declaró abiertamente esta influencia, Vincent Van Gogh (Groot Zunder, Países Bajos, 1853-Auvers-sur-Oise, Francia, 1890) hace lo propio confirmando su admiración por los artistas japoneses y realizando réplicas de algunos grabados de Hiroshige, como Puente bajo la lluvia[4], óleo sobre lienzo de 1887. Pero Van Gogh fue más allá y pintó a la japonesa. En El dormitorio podemos observar planos delineados por contornos firmes, líneas oscuras que enmarcan a los colores.
2. CLAUDE MONET
Considerado el genio del impresionismo y el arquetipo de los impresionistas, aunque “es posible que fuera el primero en expresar públicamente su insatisfacción con el ‘culto’”.[5] Nace en una familia modesta de tenderos de ultramarinos dando sus primeros pasos en el arte como caricaturista comenzando a vender sus dibujos en una tienda de marcos propiedad del paisajista Eugéne Boudin que aconsejó a Monet el abandono de la caricatura y la dedicación plena a la pintura. De Boudin adquirió el gusto por trabajar al aire libre. En 1859 se traslada a París estudiando por su cuenta y comenzando a conocer a otros artistas, o aspirantes a serlo. Tras el servicio militar regresa con su familia en precario estado de salud y después de recuperarse vuelve a París e ingresa en el taller de Gleyre[6], donde conoce a Bazille, Renoir y Sisley. En 1866 obtiene un discreto éxito con un retrato de Camille Doncieux de pie. Las cosas comienzan a ir mejor cuando Monet busca refugio en Londres para huir de la guerra franco-prusiana y, tras una breve estancia en Holanda, Monet ya está de nuevo en París. Podía pintar con cierta regularidad y una dedicación casi constante gracias a la ayuda de Durand-Ruel[7]. En 1874 cuelga en una exposición conjunta una obra titulada Impresión, salida del sol, nace el impresionismo. Monet vivió finalmente en Giverny considerado el artista vivo más grande de Francia y se dedicó a la creación de un jardín acuático y a las flores que pintaba sin parar, esos nenúfares o “Ninfeas” que son su gloria “en las que la libertad de la expresión pictórica y la armonía musical de los colores y reflejos rozan ya la abstracción”[8].
3. VINCENT VAN GOGH
El nombre del pintor holandés siempre ha estado ligado a la leyenda como artista solitario, en permanente lucha consigo mismo y con los demás. Bien es cierto que logró vender un solo cuadro en vida (Viñas rojas, en 1890) y que su reconocimiento llegó tarde, bien es cierto que llegó crepuscularmente al cultivo de la pintura, pero lo indudable es que su influencia fue poderosa, amplia como postimpresionista. Hijo primogénito de un pastor protestante, a los 16 años se vio en la obligación de comenzar a trabajar. Uno de sus tíos es socio de la Goupil & Cie, una de las firmas más importantes que operan en el mercado artístico internacional y le facilita el conocimiento del mundo artístico. Tras una de sus crisis religiosas y personales comienza a enseñar lengua, es ayudante de un predicador, empleado de librero y en 1879 obtiene una misión evangelista en la cuenca minera de Borinage, en Bélgica, experiencia que le marca con una profunda depresión de la que no se recuperará jamás.
No se dedica a pintar hasta 1880 en una breve y prolífica vida artística que llega hasta 1890. El periodo de Arles y el de Auvers-sur-Oise, al que corresponden sus más extraordinarias creaciones, se desarrolla entre 1888 y 1890. Algunos críticos lo ubican dentro del movimiento simbolista, otros lo relacionan con el expresionista con influencias sobre los nabis y los fauvistas por su nuevo sentido del color. Su mentor fue su hermano Theo, con el que mantuvo una ingente correspondencia epistolar, más de 500 cartas, gracias a las cuales conocemos los aspectos más íntimos de su proceso creativo y sus vivencias más íntimas. Van Gogh fallece en 1890 suicidándose el 27 de julio.
4. CONTEXTO HISTÓRICO Y CULTURAL
Libertad y orden, las dos premisas del ideal burgués del siglo XIX. Libertad en primer lugar para organizar sus negocios evitando las menores intervenciones del Estado y orden para defender la propiedad, y, por consiguiente, los intereses vinculados a ella. Pero, además, la burguesía proclama dos conceptos que ha asimilado y a los que no renunciará hasta la crisis del siglo XX: uno de ellos, el de progreso; otro, el de cristianismo depurado a lo volteriano. La fe en el progreso –concretamente en el progreso de las ciencias que se confabula con el de la técnica industrial- ha sustituido definitivamente en ella a la fe religiosa. Gracias a los instrumentos técnicos que posee y a las oportunidades creadas por la explotación de las riquezas de la tierra, la burguesía adquiere a lo largo del XIX una potencialidad económica decisiva. En cuanto a datos demográficos, a principios de siglo poblaban el continente unas 188 millones de personas, en 1840, 267, y en 1870 308 millones. El aumento de la producción y el abaratamiento de los géneros elevaron el coeficiente de natalidad, al mismo tiempo que se reducía el de mortalidad por la difusión de la higiene pública y los progresos de la ciencia médica.
En lo que respecta a la cultura y al pensamiento, es el siglo de Zola mientras en Francia se cumplen diez años de la Monarquía de Julio, comienzan los trabajos del Canal de Suez, Flaubert publica Madame Bovary y Baudelaire Las flores del mal, Italia se reunifica y Marx comienza El capital; Bismarck es primer ministro de Prusia y Julio Verne edita Veinte mil leguas de viaje submarino, Amadeo de Saboya es nombrado rey de España, se inicia el expansionismo austriaco y alemán. Fallece Disraeli, el ministro conservador de la Reina Victoria de Inglaterra, aparece el primer gramófono, Exposición Universal de París, donde precisamente se funda la II Internacional y Verdi estrena su Otello.
5. ANÁLISIS COMPARATIVO
Escasas similitudes podemos encontrar entre las obras propuestas para su análisis, descartando lo mencionado anteriormente en cuanto al gusto por el serialismo y la influencia japonesa. Un serialismo que Monet llevó hasta la extenuación y que Van Gogh no cultivó demasiado. Nos encontramos ante temas bien distintos, por un lado un exterior, un paisaje (aunque después veremos que la catedral es una mera excusa para estudiar los cambios que produce la luz en la materia y en el color) y por otro una escena de género de la vida cotidiana: El interior de un dormitorio sin una fuente clara de iluminación, que podría provenir de la ventana entreabierta o quizás de otro tipo de iluminación que no produce sombras. Ambos trabajos son óleos sobre lienzos, pinturas exentas en soporte transportable con una superficie de 110 x 73 centímetros La catedral de Rouen y 73 x 92 centímetros El dormitorio.
Pero si hasta el momento no hemos hallado semejanzas entre las dos pinturas, cuando nos adentramos en el estudio de la línea y el dibujo es cuando apreciamos las abismales diferencias entre obra y obra. Mientras que Monet utiliza un edificio histórico como coartada obsesiva con el fin de desarrollar esas visiones sucesivas en series pictóricas de elementos que cambian, se transforman de la mañana a la tarde gracias a la luz, utilizando trazos suaves, sin líneas definidas, en un esfumato que convierte a la piedra en materia moldeable, casi fantasmal, como piel que se derrite; Van Gogh opta por el trazo enérgico, la línea oscura que enmarca a manchas amplias de colores, a la japonesa, quizá en un intento de transmitir serenidad.
El propio artista describe así su obra en una de las cartas que envía a su hermano Theo: “Mi querido Theo… En esta ocasión se trata simplemente de mi dormitorio, por lo tanto el color debe hacerlo todo… sugerir reposo o sueño en general. En fin; la visión del cuadro debe hacer descansar la cabeza o, más bien, la imaginación… la cuadratura de los muebles debe expresar el descanso inmóvil. Los muros son de un violeta pálido. El suelo es de tarima roja, el cabecero y las sillas son de amarillo mantequilla fresca, la almohada y la sábana de un verde limón muy pálido, el cubrecama rojo sangre (escarlata), la mesa de aseo anaranjada, la ventana en color verde…Estrecho tu mano firmemente. Siempre tuyo. Vincent”.[9]
En cuanto a las perspectivas y colores utilizadas por los pintores, penetramos en dos mundos bien distintos. Monet se vale de la luz cambiante y, con sus pinceladas rápidas, granulosas, hace desaparecer los contornos. Los arcos de las portadas, el rosetón o la decoración gótica son meros elementos a merced del sol, de las sombras, de la luz, del tiempo, en definitiva. Monet se propuso, y lo consiguió, integrarlo como dimensión en la pintura. “Cada día descubro alguna cosa que no había visto antes. Cuántas dificultades, pero esto marcha y unos cuantos días más de buen tiempo y una buena cantidad de mis cuadros quedará a salvo”, escribió a Alice Hoschedé.[10]
El modelo arquitectónico carece prácticamente de perspectiva. No se perciben puntos de referencia que destaquen su monumentalidad, su grandiosidad, ya que a Monet parece que eso no le interesaba en absoluto. Buena prueba de ello es que las torres y pináculos quedan seccionados, el conjunto, empastado.
Desde el amanecer hasta el atardecer el artista pintaba sin cesar acudiendo a una tela o a otra según la hora del día y acercándose, cada vez más poderosamente, a la abstracción que desplegaría en sus Ninfeas, otra serie, de 1899. Las catedrales parecen que se suspenden en el aire porque es la luz la que, en definitiva, le da volumen y espacio, no la masa corpórea de la piedra. Monet aplica una rapidez en el trazo estrictamente necesaria al tratarse de pintar, casi, a contrarreloj, con una inmediatez marcada por la posición del sol. La gama de colores utilizada en la seria es amplia, jugando con las tonalidades frías y cálidas. En el cuadro propuesto predominan los dorados, los ocres y el azul del cielo debido a la hora del día que se plasmaba, pero Monet también empleó otros azules más neblinosos para las catedrales más matinales y los terrosos y grises para los días nublados.
El dormitorio de Van Gogh es una narración rica en perspectivas (del latín perspicere: ver a través de). El cuadrante inferior derecho de la ventana entreabierta es el punto de fuga a donde van a parar todas las líneas –cuadros de la pared, sillas, cama, trazos del suelo- mientras que la cama en sí, alejada de la pared, en posición extrañamente cercana al espectador, es un escorzo visto desde una posición inferior, en contraste con el punto de vista de las sillas y la mesa, también la almohada, que es superior. El efecto es potenciado con una gran mancha de color que se nos viene encima. Todas las puertas están cerradas mientras que esa ventana está entreabierta, como hemos podido ver. Un espejo que también parece un hueco al exterior. Pareciera como si la habitación oscilara, se moviera en un plano onírico causando inquietud, todo lo contrario a lo que perseguía Van Gogh al desear plasmar un sentimiento de tranquilidad, de preparación al reposo. El muro trasero aparece extrañamente angulado, sin embargo esto no es un error o una interpretación. El dormitorio se hallaba en la denominada “ La casa amarilla” en Arles, exactamente en su esquina derecha y las paredes no se encontraban del todo cuadradas, de ahí la extraña sensación angular, probablemente exagerada por el pintor.
La casa amarilla.
Los trazos son intensos, aunque no tanto como los que podemos observar en Noche estrellada (1889), Autorretrato (con la oreja vendada, 1889), Dos cipreses (1889) o Carretera con ciprés bajo el cielo estrellado (1890).
Noche estrellada.1889
Las manchas de color son planas, al gusto japonés, con cierto detallismo como los objetos encima de la mesa, que conforman un bodegón, o la ropa colgada al fondo, incluso los cinco cuadros dentro del cuadro (un autorretrato entre ellos) . Destaca el rojo del cubrecama y la sinfonía de colores complementarios que utiliza: los verdes, los lilas, los amarillos…
6. COMENTARIOS
Cuatro años separan las realizaciones de las obras propuestas para su análisis, comentario y crítica. Entre 1892 y 1894 Claude Monet se entregó obsesivamente a la tarea de atrapar los efectos que la luz, a lo largo del día, producía sobre la fachada de la Catedral de Rouen. Para ello se instaló en un apartamento vacío para, progresivamente, desplazarse hacia la derecha, hacia el Sena. Al principio se situaba en las ventanas de dos apartamentos diferentes para, más tarde, desplazar su punto de observación a un almacén que le permitía representar el lado izquierdo de la fachada. Monet realizó más de treinta versiones de la catedral de las cuales sólo veinte fueron expuestos de forma conjunta en 1895 en la galería Duran-Ruel. El éxito fue inesperado y los precios de las obras exorbitantes para la época. La crítica se rindió a los pies del pintor y esa fue la única vez que pudo verse la colección completa, ya que se dispersó pasando a manos de varios compradores. Dijo Georges Clemenceau[11] con motivo de esta exposición: “La piedra misma se transforma en una sustancia orgánica, y uno puede sentir como cambia de la misma manera que un momento de la vida sucede a otro.”
Con anterioridad a las catedrales, el artista pasó por una crisis moral y artística que perduró desde 1883 hasta 1891, en el transcurso de la cual pintó muy poco hasta que encontró la tranquilidad tras su matrimonio con Alice Hoschédé en 1892. Después comenzaría la serie de las Ninfeas ya consagrado. Viaja a Londres y Venecia y fallece en 1926.
Por su parte Vincent Van Gogh realizó cinco versiones de su dormitorio (tres óleos y dos dibujos) descritas en su correspondencia a su hermano Theo y que pueden diferenciarse con claridad obervando los cuadros que aparecen colgados en la pared derecha de la habitación y en los trazos del suelo. La primera versión data de 1888, mientras se encontraba en Arles, la segunda de 1889, mientras se encontraba ingresado en el sanatorio de Arles y la tercera del verano de ese mismo año. Están dentro del periodo más productivo del pintor, que finalizaría en 1890 con muerte el 27 de julio. Antes, Van Gogh se instaló en París, donde conoce a Toulouse-Lautrec, Pisarro, Seurat, Signac, y sobre todo Gauguin, con el que años después protagonizaría un episodio singular atacándolo con una navaja de afeitar para después cercenarse él mismo una oreja. El año de su muerte viaja a París para visitar a su hermano Theo, más tarde con el doctor Gachet, que le cuida en Auvers-sur-Oise. En junio pinta su retrato y en julio Campo de trigo con vuelo de cuervos y El Ayuntamiento de Auvers, donde su estilo se exagera.
Hasta el último año de su vida sus obras fueron escasamente expuestas a pesar de la insistencia de Theo que había enviado cuadros a los salones independientes en 1888 y 1889. En 1890 fue invitado a participar en la exposición Les XX en Bruselas, donde vendió una pintura. En enero aparecía la única crítica que recibió en vida en el Mercure de France, un artículo de Albert Aurier Les isoles-Vincent Van Gogh. Pero parece claro que la prodigiosa influencia de Van Gogh no comenzaría hasta las exposiciones organizadas después de 1900.
7. CRÍTICA
Muy complicado mantenerse a salvo, indemne, de los halos míticos de Monet y Van Gogh. El primero el impresionista por excelencia, el segundo con esa vida azarosa que contribuyó a su elevación al altar de las cotizaciones. Si esta vista de la Catedral de Rouen, por su concepto inicial de integrante de una “serie”, por tanto de un trabajo de investigación del propio pintor que pudo verse completo, y por tanto en toda su dimensión, en una sola ocasión, se me antoja huérfana de telas acompañantes, remota; El dormitorio sólo me hace pensar decididamente en que no me gustaría dormir en uno como ese. Ni las perspectivas me aconsejarían conciliar el sueño ni los colores me ayudarían a conseguir la debida tranquilidad para el reposo. Siempre he considerado a Van Gogh un sobrevalorado, aun no alejándome de su decisiva contribución en el mundo de los “ismos” y en su influencia para los que venían. Los colores puros, gritones (esos amarillos…), las pinceladas gruesas, el dibujo a veces infantil y sus obsesiones terminan por saturarme. En esta ocasión no hay ondas ni remolinos, tan del gusto del artista, sin embargo tenemos esa cama que nos viene encima, desafiante e ilógica y la “no luz” que no provoca sombras.
Las catedrales de Monet me parecen fantasmales, con tanto empaste que terminan por ocultarse tras esa obsesión de incorporar el tiempo a la pintura. No son individualidades, su pleno sentido se encuentra precisamente en la contemplación de la totalidad, en la comparación con la tela anterior y la posterior, su visión global. Una por una las catedrales no relatan en exceso ese sentido, al parecer infinito, que Monet pretendía plasmar. El experimentado crítico de arte y escritor John Berger, a propósito de una exposición del pintor en el parisino Grand Palais decía: “Monet una vez confesó que quería pintar, no las cosas en sí, sino el aire que las tocaba, el aire envolvente… Y de este modo la “envoltura” del aire que tocaba la catedral queda impregnada tanto por la meticulosa percepción que tiene el pintor de la catedral como por una confirmación de esas percepciones recibidas de lugares sin una ubicación precisa”.
Lo dijo Aristóteles: “El arte es una disposición susceptible de mover al hombre a hacer una creación acompañada de razón verdadera”.
Una catedral individual puede llegar a ser una abstracción de la abstracción seriada, por consiguiente desvanecerse ante nosotros en una observación incompleta, impar.
8. REFERENCIAS
Hamilton, G.H. Pintura y escultura en Europa 1880-1940. Manuales Arte Cátedra. Ediciones Cátedra, Madrid, 1987.
Rogelio Buendía, J., Gállego, J., Summa Artis. Historia general del arte, vol. XXXIV, Arte europeo y norteamericano del siglo XIX. Espasa Calpe, Madrid, 1995.
Vicens Vives, J. Historia General Moderna, Montaner y Simón, S.A., Barcelona, 1976.
Olivar, M. Cien obras maestras de la pintura, Biblioteca Básica Salvat en colaboración con Alianza Editorial, 1969.
Ulrich, G. El mundo de la pintura, Círculo de lectores, Barcelona, 1974.
Ingo F. Walther, Vincen Van Gogh, Taschen, Colonia, 1990.
Prado, J.M., Maestre Abad, V. Entender la pintura, Monet, Orbis-Fabbri, Barcelona, 1989.
Prado, J.M., Maestre Abad, V. Entender la pintura, Van Gogh, Orbis-Fabbri, Barcelona, 1989.
www.vggallery.com, consultado el día 21 de mayo de 2011. (Traducción propia)
www.eolapaz.es, consultado el 21 de mayo de 2011.
www.revistaatticus.es, consultado el 19 de mayo de 2011.
www.artecreha.com, consultado el 19 de mayo de 2011.
www.redvisual.net, consultado el 18 de mayo de 2011.
www.theartwolf.com, consultado el 17 de mayo de 2011.
www.artehistoria.jcyl.es, consultado el 17 de mayo de 2011.
www.ibiblio.org, consultado el 16 de mayo de 2011. (Traducción propia)
www.infoartedigital.com, consultado el 16 de mayo de 2011.
www.mundoarte.com, consultado el 15 de mayo de 2011.
www.vangoghletters.org, consultado el 15 de mayo de 2011. (Traducción propia)
www.vangoghmuseum. nl, consultado el 15 de mayo de 2011. (Traducción propia)
www.wikipedia.org, consultado el 15 de amyo de 2011.
[1] Pajar al descubierto con un palo largo en el centro alrededor del cual se va amontonando la mies, la paja o el heno. Serie de cuadros realizados por el pintor entre 1890 y 1891 en Giverny.
[2] Utagawa Hiroshige, seudónimo artístico de Andō Tokutarō(Edo, actual Tokio, 1797 – 1858), fue un pintor japonés. Perteneció a la Escuela Utagawa, una de las más reputadas del estilo ukiyo-e. Hiroshige fue uno de los más grandes paisajistas de la pintura japonesa, llevando esta disciplina a un nivel artístico y de estilo inigualado. Es también conocido como Andō Hiroshige e Ichiyūsai Hiroshige.
[3] Katsushika Hokusai, conocido simplemente como Hokusai (Edo, actual Tokio, 12 de octubre de 1760 - 10 de mayo de 1849) fue un pintor y grabador japonés, adscrito a la escuela Ukiyo-e del periodo Edo. Es uno de los principales artistas de esta escuela conocida como «pinturas del mundo flotante». También es conocido por la diversidad de nombres que utilizó a lo largo de su carrera profesional, Shunro, Sori, Kako, Taito, Gakyonjin, Litsu y Manji.
[4] A las reproducciones procedentes de Japón se las llamó “japonaiserie”
[5] Hamilton, G.H. Pintura y escultura en Europa 1880-1940. Manuales Arte Cátedra. Ediciones Cátedra, Madrid, 1987, pág. 35.
[6] Charles Gleyre (nombre completo Marc Gabriel Charles Gleyre) (Chevilly, cantón de Vaud, 2 de mayo de 1806 - 5 de mayo de 1874) artista suizo. Estuvo en el taller de Paul Delaroche en 1843 y enseñó a muchos jóvenes artistas que después se consagrarían como Claude Monet, Pierre Auguste Renoir, Alfred Sisley o James Abbott McNeill Whistler.
[7] Paul Durand-Ruel (París, 1831-1922) Marchante de arte y galerista francés. A partir de 1870, dio respaldo a las actividades de los impresionistas a través de su célebre galería. También las sucursales de su galería en el extranjero contribuyeron a la divulgación del impresionismo
[8] Rogelio Buendía, J., Gállego, J., Summa Artis. Historia general del arte, vol. XXXIV, Arte europeo y norteamericano del siglo XIX. Espasa Calpe, Madrid, 1995, pág. 719.
[9] Carta número 554.
[10] Alice Raingo Hoschedé Monet (fallecida en 1911) fue la esposa del coleccionista de arte Ernest Hoschedé y después de Claude Monet.
[11] Georges Benjamin Clemenceau (Mouilleron-en-Pareds, 28 de septiembre de 1841 - París, 24 de noviembre de 1929). Médico, periodista y político francés. Llegó a ser Primer Ministro de Francia.
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