domingo, 29 de abril de 2012

Gustav Klimt, el pintor de moda

El próximo 14 de julio el pintor austríaco, Gustav Klimt,  hubiera cumplido 150 años, y ello es motivo suficiente para que Viena se vista de gala durante este año con los dos siguientes propósitos: recrear la época dorada de 1900, que supuso el inicio de la modernidad en el arte, y rendir un  merecido homenaje a su mayor representante.

La Viena de la Belle Époque se caracterizó por ser una efervescencia cultural sin precedentes de todas las artes, y por convergir muchos y diferentes talentos, cuyos fines coincidían en crear algo importante, duradero y adecuado a la actualidad. Entre todos ellos destacó Klimt, un auténtico precursor del arte moderno.

Algunas de las creaciones del artista fueron encargos oficiales, como las pinturas para las escalinatas del Museo de Bellas Artes o los valiosos lienzos del techo del Burgtheather. No obstante, terminó de alejarse del arte oficial porque su estilo se consideró provocador y ajeno a la estética de la época. Fue a partir de entonces cuando Klimt pudo dar rienda suelta a sus renovadoras ideas, entre ellas, la de una nueva mujer moderna, cosmopolita y emancipada. Así, pintó deliciosos retratos femeninos (Sonja  Knips, Adele Bloch- bauer, EmilieFlöge) y su beso más universal, El Beso, reflejo del amor perfecto, pero a la vez plagado de riesgos.


Actualmente, todos estos lienzos se exponen de forma permanente en las instituciones culturales vienesas, pero, además, museos como el Belvedere, el Leopold, el Albertina, el Wien Museum y la Künstlerhaus exponen durante este año muestras especiales sobre el pintor. Por otra parte, en el edificio de la Secesión, en las estaciones y puentes del tren metropolitano, en la Caja Postal de Ahorros de Otto Wagner, en la Casa sin cejas de Adolf Loos, y en los Talleres Vieneses, también quedan rastros de la huella del artista.

Así, no hay duda de que Klimt está de moda, no solo porque sus pinturas se encuentran entre las más caras del mundo, sino también porque las reproducciones de las mismas adornan toda clase de objetos. Según el crítico de arte Richard Cork, su popularidad se debe a que fue muy vanguardista en su momento, mientras que Alfred Weidinger, experto en Klimt y director adjunto del Museo Belvedere, afirma que “a la gente le gusta el oro" y el pintor austríaco, a pesar de que trabajaba con pintura, tenía una habilidad única de crear la ilusión de metales preciosos, piedras y joyas. Por otra parte, su relación con las mujeres también se vio reflejada en sus pinturas, ya que muchas de ellas fueron pintadas desnudas, en posiciones eróticas y sugerentes para la época. Por ende, según Klaus Pokorny, del Museo Leopold de Viena, tal vez este espíritu radical sea algo con lo que se identifican las generaciones posteriores de jóvenes, porque el pintor supo sintetizar sentimientos como el amor, la pasión o el deseo, pero también la desesperación y la ansiedad.




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