AUTORA ENTRADA: LIDIA SOLER
La
clase de danza, Edgar Degas.
Una de las obras
más representativas de Degas. Así es como es conocida esta pintura
para una gran parte de los aficionados al arte, para los que su autor
ha pasado a la historia como el pintor de bailarinas. Realmente, los
que conocemos al artista un poco más, sabemos que su trayectoria
abarcó más temáticas, como el retrato, el estudio de los caballos,
el mundo del espectáculo, las modistas, las mujeres ocupadas en sus
quehaceres, las mujeres en el tocador y los desnudos. De entre ellas,
una de sus favoritas era la danza por ser un mundo lleno de
contrastes, movimiento y colorido, que responde perfectamente a la
complejidad de sus ideas.
Todos estos temas
mencionados tienen algo en común para Degas: el gusto por la
representación del natural. Sin embargo, él no estaba interesado en
los espacios exteriores, el aire libre, los paisajes y los efectos
atmosféricos, a diferencia del resto de los artistas impresionistas.
Tanto es así que su amigo Manet, cuando le presentaba a alguna nueva
amistad decía de él: “Pinta cafeterías del natural”. De modo
que Degas se alejaba del grupo de los impresionistas, pero también
de la pintura académica influido por las estampas japonesas y la
fotografía que le llevaron a experimentar con perspectivas
atrevidas, y que producen una gran sensación de profundidad y de un
modo diferente a como se había hecho hasta ese momento.
En La clase de
danza vemos el resultado de esas influencias y de su experimentación.
Degas representa a un grupo de bailarinas y su profesor en una gran
sala, que no es un escenario sino un lugar algo más privado. Parece
que se trata de uno de los salones del Teatro de la Ópera de París,
ubicado en la calle Le Peletier, donde Degas acudía gracias a que
conocía a varias personas que allí trabajaban.
La escena gira en
torno al profesor de la clase, Jules Perrot, un famoso coreógrafo y
bailarín francés que aquí ya contaba con más de sesenta años. A
su alrededor, un grupo de bailarinas están dispuestas en una especie
de semicírculo. La mayoría de ellas se muestran en posturas
relajadas, algo ajenas a los comentarios de Perrot, como si la clase
ya hubiese terminado y ahora sólo les interesase estirarse y
recolocarse los atuendos y peinados. Sólo la joven que está situada
a la altura del espejo parece estar ensayando, según las
instrucciones del maestro, quien la mira fijamente.
Degas logra una
gran sensación de profundidad uniendo varios recursos. En primer
lugar con las líneas diagonales del suelo y las pilastras de mármol
oscuro adosadas a la pared que se suceden desde el lado izquierdo
hasta el fondo de la estancia desde un punto de vista o de encuadre
nada tradicional. En segundo lugar, el espejo en el que se refleja
una ventana que estaría en el lado derecho. En tercer lugar, el
tamaño de los personajes, que va disminuyendo conforme se alejan en
el espacio. De esta manera el artista consigue una profunda sensación
de espacio. Pero además, hay algo curioso en La clase de Danza:
Degas llena de personajes un lado del salón creando una sensación
de vacío en el lado contrario, que apenas podemos ver, con esta
composición descentrada, y además corta el vestido de la bailarina
situada en el lado izquierdo y también a la bailarina de la derecha
con el límite del lienzo. Y esta es la clave de la influencia que
tuvo en su obra las estampas japonesas y la fotografía, en las que
hay elementos que parece que continúan fuera de la imagen
representada.
También
observamos en esta obra que Degas representa gestos naturales,
fugaces, que normalmente duran un momento o un corto espacio de
tiempo, como el retoque de un peinado o una gargantilla, el instante
en que una de las bailarinas se rasca la espalda o hace un breve
estiramiento. Esto será característico en el estilo del pintor, la
sensación de inmediatez que transmite en obras como ésta y que son
el resultado de la observación detallada que hacía el pintor en sus
visitas a la Ópera de País. Consigue captar esos instantes, lo que
nos recuerda a una de las características de la fotografía. Eso sí,
dicen que los captaba en su cabeza y que luego los retrataba con
bailarinas que habían posado individualmente en su estudio. De
cualquier manera nos queda una frase del pintor que en algún momento
admitió “Ningún arte es tan espontáneo como el mío”.
Y ¿os habéis
fijado en la cabeza de una joven de pelo claro que aparece entre los
cuerpos de las dos chicas del primer plano? Parece ser que Degas
también era dado a hacer modificaciones en sus obras y en principio
pintó a dos jóvenes que miraban hacia el lado del espectador pero,
finalmente lo cambió y se conserva ese rostro inclinado de una chica
tocándose el pendiente con su mano izquierda.
Además de la
marcada perspectiva, la naturalidad y el detallismo de La clase de
danza, se destaca en esta obra la luz, que entra en el salón desde
el lado derecho creando un espacio muy luminoso. Sin embargo, no se
ve la fuente de luz sino el efecto que ésta produce, y aunque Degas
era un gran dibujante, crea geniales efectos atmosféricos mediante
el difuminado de pinturas al óleo en tonos muy claros donde el toque
de color vivo lo ponen los lazos de las bailarinas.
Aunque en los
años 80 del siglo XIX Degas experimentó con la representación de
modistas y mujeres trabajando en tareas cotidianas, debido a la
ceguera que sufrió en los últimos años de su vida, volvió a los
temas de bailarinas y los desnudos, pero que realizaba ya
prácticamente de memoria.
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