lunes, 13 de junio de 2016

AUTORA ENTRADA: LIDIA SOLER

La clase de danza, Edgar Degas.
Una de las obras más representativas de Degas. Así es como es conocida esta pintura para una gran parte de los aficionados al arte, para los que su autor ha pasado a la historia como el pintor de bailarinas. Realmente, los que conocemos al artista un poco más, sabemos que su trayectoria abarcó más temáticas, como el retrato, el estudio de los caballos, el mundo del espectáculo, las modistas, las mujeres ocupadas en sus quehaceres, las mujeres en el tocador y los desnudos. De entre ellas, una de sus favoritas era la danza por ser un mundo lleno de contrastes, movimiento y colorido, que responde perfectamente a la complejidad de sus ideas.
Todos estos temas mencionados tienen algo en común para Degas: el gusto por la representación del natural. Sin embargo, él no estaba interesado en los espacios exteriores, el aire libre, los paisajes y los efectos atmosféricos, a diferencia del resto de los artistas impresionistas. Tanto es así que su amigo Manet, cuando le presentaba a alguna nueva amistad decía de él: “Pinta cafeterías del natural”. De modo que Degas se alejaba del grupo de los impresionistas, pero también de la pintura académica influido por las estampas japonesas y la fotografía que le llevaron a experimentar con perspectivas atrevidas, y que producen una gran sensación de profundidad y de un modo diferente a como se había hecho hasta ese momento.
En La clase de danza vemos el resultado de esas influencias y de su experimentación. Degas representa a un grupo de bailarinas y su profesor en una gran sala, que no es un escenario sino un lugar algo más privado. Parece que se trata de uno de los salones del Teatro de la Ópera de París, ubicado en la calle Le Peletier, donde Degas acudía gracias a que conocía a varias personas que allí trabajaban.
La escena gira en torno al profesor de la clase, Jules Perrot, un famoso coreógrafo y bailarín francés que aquí ya contaba con más de sesenta años. A su alrededor, un grupo de bailarinas están dispuestas en una especie de semicírculo. La mayoría de ellas se muestran en posturas relajadas, algo ajenas a los comentarios de Perrot, como si la clase ya hubiese terminado y ahora sólo les interesase estirarse y recolocarse los atuendos y peinados. Sólo la joven que está situada a la altura del espejo parece estar ensayando, según las instrucciones del maestro, quien la mira fijamente.
Degas logra una gran sensación de profundidad uniendo varios recursos. En primer lugar con las líneas diagonales del suelo y las pilastras de mármol oscuro adosadas a la pared que se suceden desde el lado izquierdo hasta el fondo de la estancia desde un punto de vista o de encuadre nada tradicional. En segundo lugar, el espejo en el que se refleja una ventana que estaría en el lado derecho. En tercer lugar, el tamaño de los personajes, que va disminuyendo conforme se alejan en el espacio. De esta manera el artista consigue una profunda sensación de espacio. Pero además, hay algo curioso en La clase de Danza: Degas llena de personajes un lado del salón creando una sensación de vacío en el lado contrario, que apenas podemos ver, con esta composición descentrada, y además corta el vestido de la bailarina situada en el lado izquierdo y también a la bailarina de la derecha con el límite del lienzo. Y esta es la clave de la influencia que tuvo en su obra las estampas japonesas y la fotografía, en las que hay elementos que parece que continúan fuera de la imagen representada.

También observamos en esta obra que Degas representa gestos naturales, fugaces, que normalmente duran un momento o un corto espacio de tiempo, como el retoque de un peinado o una gargantilla, el instante en que una de las bailarinas se rasca la espalda o hace un breve estiramiento. Esto será característico en el estilo del pintor, la sensación de inmediatez que transmite en obras como ésta y que son el resultado de la observación detallada que hacía el pintor en sus visitas a la Ópera de País. Consigue captar esos instantes, lo que nos recuerda a una de las características de la fotografía. Eso sí, dicen que los captaba en su cabeza y que luego los retrataba con bailarinas que habían posado individualmente en su estudio. De cualquier manera nos queda una frase del pintor que en algún momento admitió “Ningún arte es tan espontáneo como el mío”.
Y ¿os habéis fijado en la cabeza de una joven de pelo claro que aparece entre los cuerpos de las dos chicas del primer plano? Parece ser que Degas también era dado a hacer modificaciones en sus obras y en principio pintó a dos jóvenes que miraban hacia el lado del espectador pero, finalmente lo cambió y se conserva ese rostro inclinado de una chica tocándose el pendiente con su mano izquierda.
Además de la marcada perspectiva, la naturalidad y el detallismo de La clase de danza, se destaca en esta obra la luz, que entra en el salón desde el lado derecho creando un espacio muy luminoso. Sin embargo, no se ve la fuente de luz sino el efecto que ésta produce, y aunque Degas era un gran dibujante, crea geniales efectos atmosféricos mediante el difuminado de pinturas al óleo en tonos muy claros donde el toque de color vivo lo ponen los lazos de las bailarinas.
Aunque en los años 80 del siglo XIX Degas experimentó con la representación de modistas y mujeres trabajando en tareas cotidianas, debido a la ceguera que sufrió en los últimos años de su vida, volvió a los temas de bailarinas y los desnudos, pero que realizaba ya prácticamente de memoria.

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