lunes, 13 de junio de 2016

AUTORA ENTRADA: LIDIA SOLER

El gran masturbador, Dalí




El tema representado es bastante complejo. Aparece una gran masa amarillenta y angulosa de cuyo extremo superior izquierdo (desde el punto de vista del espectador) surge la cabeza de una mujer que se acerca a unos genitales masculinos. Además están representados una cabeza de león, una langosta, unos personajes que pasean solitarios y un lirio, todo ello de carácter simbólico como se comentará más adelante
La composición es estática y simétrica aunque ligeramente descompensada en cuanto a las masas hacia la izquierda. El horizonte es amplísimo y se funde con la línea del suelo de forma difusa.
Predomina el dibujo, utilizando una línea nerviosa en ocasiones, jugando mucho con las curvas. Los colores empleados son brillantes y juega con la combinación entre fríos y cálidos de forma magistral.
Una luz fría e irreal invade toda la composición dándole un aspecto de ensoñación. Las sombras negras inquietantes que se proyectan indican la presencia de un foco de luz dirigido desde la izquierda (según miramos el cuadro), provocando grandes contrastes entre las zonas iluminadas y las que se encuentran en penumbra.
El espacio se sigue entendiendo al modo clásico, se valora el volumen de las figuras y la perspectiva lineal. Como es habitual en el autor, la visión se produce desde un punto elevado, lo que baja la línea del horizonte y permite una larga perspectiva que crea un ambiente, de nuevo, de fuerte extrañamiento.
Las figuras representadas son muy diferentes entre sí. Mientras que la mujer, de líneas ondulantes, se relaciona con el prototipo de mujer modernista, el hombre al que se acerca parece más una escultura, es algo frío, pétreo. Por otro lado, las pequeñas figuras que aparecen debajo se asemejan a maniquíes.
Se trata ésta de una de las obras de mayor importancia de Salvador Dalí, la cual nos introduce de lleno en el Surrealismo. Fue realizada en la época más creativa del autor (1929).
Esa gran masa amarillenta representa un autorretrato del pintor, quien era muy pálido y con una enorme nariz. Es una obra sumamente autobiográfica en la que aparecen reflejados multitud de sus miedos u obsesiones. La langosta de forma fálica situada donde debiera estar la boca, es una de las fobias del pintor: le aterrorizaban de niño. Las conchas y guijarros, hacen alusión a la playa, a su infancia, mientras que las hormigas que están en el vientre de la langosta y que ascienden por su cara, son clara referencia a lo putrefacto, a lo descompuesto...a la muerte en definitiva.




La mujer que sale de donde debería estar el cuello, se acerca a los genitales del hombre en una clara alusión sexual (potenciada por la cabeza del león, símbolo de la sexualidad y del deseo). No olvidemos que precisamente los temas tabú para la sociedad del momento como la muerte o el sexo (muy habituales en la prosa y los ensayos de Bataille), son los más representados por Dalí, escandalizando incluso a gente de su núcleo pictórico.
No obstante, el hecho de que debajo de la mujer encontremos un lirio, símbolo de pureza, ha dado lugar a otras interpretaciones: la masturbación como forma limpia de sexualidad (y de nuevo asociada a motivos autobiográficos, como el miedo que mantuvo durante toda su vida al coito, tal vez, como apunta Ian Gipson, al miedo que le inculcó su padre a las enfermedades venéreas)
En las figuras solitarias hay quien ha querido ver la alusión a otra de sus fobias, la soledad, pero también a los paseos junto a Gala, su musa, por la playa (figuras abrazadas). Otros críticos las relacionan con la idea del paseante ya presente en las obras De Chirico que abunda en el tema de la soledad y la visión subjetiva del mundo a la vez que da una nueva escala a toda la escena al poner en comparación con la figura humana, monumentalizándola.






Tras su etapa (corta) en la residencia de estudiantes, Dalí viajó hasta París y allí conoció a Breton y al círculo del Surrealismo, en el cual entró. Le invadieron entonces las ideas de Freud y el psicoanálisis o la interpretación de los sueños, todas presentes en el Primer Manifiesto Surrealista. De hecho, sus obras tienen más aspecto de sueño que de realidad. Las asociaciones extrañas, lo irracional...todo ello aparece reflejado en su obra. Dalí fue más allá y creó un método de representación denominado método “paranoico-crítico” que consiste en la doble representación de imágenes multiplicando las lecturas de sus obras (en el fondo una técnica típica de la Gestalt que permitía el diagnóstico psiquiátrico y, que, aún más lejos, se inspira en las metáforas visuales que ya vimos en Gaudí)

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