martes, 23 de mayo de 2017

La Capilla Sixtina de Miguel Ángel.



En el año 1457 el papa Sixto IV mandó construir La Capilla Sixtina. Por encargo del Papa Julio II, Miguel Ángel comienza su decoración.

Corría el año 1508 cuando ‘Bramante, amigo y pariente de Rafael Urbino’, viendo que el Papa favorecía a Miguel Ángel, le persuadió para que Su Santidad, en memoria de Sixto IV, tío suyo, le hiciese pintar la bóveda de la capilla que aquél había hecho en palacio… Pero Miguel Ángel, pareciéndole obra grane y difícil, y considerando su poca práctica en los colores buscó con todas las excusas imaginables descargase de aquel peso, proponiendo para esto a Rafael’ (Historia del arte. El País. 2006).

‘Parece que cuanto más se excusaba Miguel Ángel, tanto más crecía el deseo del Papa, impetuoso en sus empresas -dice textualmente Vasari-; por lo que, estimulado especialmente por Bramante, el papa Julio II, que era súbito, estuvo a punto de irritarse contra Miguel Ángel. ‘Por fin, el gran escultor, resignándose a la fatalidad, acometió la heroica empresa (Historia del arte. El País. 2006).

Paradójicamente, esta obra le convertiría en uno de los genios de la pintura universal.
Para decorar La Capilla Sixtina, Miguel Ángel realizó dos proyectos. En el primero, más sobrio y pobre, solventaba de la manera más simple posible los requerimientos del papa, mientras que el segundo, de carácter más amplio, fue el que finalmente se llevó a cabo (Raquel Gallego, 2009).

En esta obra existe un aspecto que ha de ser tomado como algo absolutamente excepcional: es el autor, Miguel Ángel, y no el papa, quien establece el programa iconográfico. La Capilla Sixtina representa cuatro años de inmenso trabajo en solitario, cuyo fruto es una de las obras de arte más impresionantes que se pueden contemplar (Raquel Gallego, 2009).

La Capilla Sixtina es una gran sala rectangular de 40 metros de largo por 13 de ancho. Había sido construida en el siglo anterior, y los papas predecesores de Julio II se habían interesado en su decoración por grandes maestros contemporáneos. El cancel y la tribuna para los cantores tienen todavía las más bellas barandas y antepechos cuatrocentistas. Las paredes están decoradas con frescos de pintores del Quattrocento hasta la base de la bóveda (Historia del arte. El País. 2006).

El pintor dividió artificiosamente la superficie por medio de arcos figurados y cornisas en perspectiva, a mitad de la bóveda. Formó, así, un cuadriculado arquitectónico que separa las composiciones. Las de los espacios centrales representan escenas de los primeros días del linaje humano; la historia de los patriarcas. Primero se halla la Creación: Dios separando la luz de las tinieblas; Dios animando con su gesto la figura reclinada de Adán; Dios creando a Eva del cuerpo de Adán dormido (Historia del arte. El País. 2006).




Dios separando la luz de las tinieblas.


Detalle de la creación de Eva, episodio de la Biblia.


Seguidamente la escena doble del Pecado y de la expulsión del Paraíso, el Diluvio y el milagro de la serpiente de Moisés.


Escena doble del Pecado y expulsión del Paraíso.


El Diluvio.


En los arcos de la arquitectura encontramos unos jóvenes desnudos que se apoyan en pedestales, efebos pensativos, la eterna humanidad que contempla su marcha desde el inicio de los tiempos (Historia del arte. El País. 2006).


Más abajo se ven, entre los arcos, alternándose, los profetas y las sibilas, criaturas gigantescas, como representación suprema de la raza humana, destinadas a esperar el gran hecho que ha de redimirlas del pecado. Cada una de estas figuras es un personaje importante, de talla gigantesca. Están sentados a cada lado de la bóveda: Isaías, joven, profetiza, señalando con la mano su cabeza, llena de visiones; cerca de él, la Sibila de Cumas, una señora vieja, lee en un gran libro que sostiene sobre sus rodillas; Jeremías, con la cabeza inclinada, apoyada en una mano, sumido en una gran amargura; Daniel estudia y compara libros para predecir la venida del Mesías. Una muchacha joven, la Sibila Délfica, una hija de los gigantes, mira también el libro del porvenir.



Detalle profetas y sibilas.
(Profeta Isaías. Sibila Délfica).

Las tres escenas de la Creación son las últimas que llevó a cabo. La Creación del hombre es la más conocida de todas. Dios ha sido representado como un colosal ser de la mitología que extiende su mano para infundir vida en el cuerpo de Adán. Ernest Gombrich describe así la escena: ‘Adán está tumbado en la tierra con todo el vigor y la belleza que corresponde al primer hombre; por el otro lado se acerca el Dios padre llevado y sostenido por ángeles, envuelto por un manto majestuoso hinchado como una vela y sugiriendo la facilidad con que flota en el vacío. Cuando extiende su mano, no sólo toca el dedo de Adán sino que casi podemos ver al primer hombre despertando de un sueño profundo para contemplar a su hacedor’ (Raquel Gallego, 2009).





En la pared del fondo de La Capilla Sixtina se sitúa el Juicio Final. Miguel Ángel pintó estas escenas en un momento de crisis personal. En este espacio se agolpan casi cuatrocientos personajes sabiamente distribuidos alrededor de Jesucristo Juez al lado de la Virgen María. La composición es verdaderamente magnífica de pensamiento.

En lo alto, en el centro, el Salvador, a modo de Júpiter antiguo, lleno de fuerza levanta la mano para juzgar a los réprobos, que se ven caer en largos racimos dantescos; son figuras colosales que imploran gracia, aterradas por el gesto de la divina majestad. Abajo, en su barca, repleta de almas condenadas, Caronte atraviesa la laguna Estigia. Al lado de Cristo está la Virgen en actitud suplicante; a ella acuden con la mirada los humanos pecadores, ella es la única que puede servirles de medio entre el Señor de la tierra y de los cielos. En lo más alto, grupos de ángeles llevan los atributos de la Pasión (Historia del arte. El País. 2006).

En el espacio de los condenados los personajes se agolpan unos contra otros y ensaya escorzos muy atrevidos. Todos los grupos de los diferentes personajes se ven arrastrados por el movimiento de rotación, y desprenden un gran dinamismo (Raquel Gallego, 2009). En esta obra se repite una sola forma: la del cuerpo humano agigantado, estirado. Aquí parece que Miguel Ángel volvía a sus orígenes, sintiéndose escultor: le interesa el hombre como organismo, máquina perfecta de músculos, huesos y tendones (Historia del arte. El País. 2006).

Esta pared, donde se sitúa el Juicio Final fue pintada veinticinco años más tarde, por orden de otro Papa. Trabajó en estas pinturas durante seis años, y fue inaugurado el día de Navidad de 1541.




En los espacios que quedan al lado de las ventanas el artista pintó otras escenas bíblicas, un mundo de personajes trágicos, profetas menores y héroes judíos.

Desde el punto de vista técnico, Miguel Ángel elige el fresco para la decoración de las paredes. Los colores eran brillantes, intensos y vivos; afirmando que el color ocupó un lugar vital.
Miguel Ángel pasó grandes dificultades durante la realización de esta obra de arte. Las amarguras que pasó Miguel Ángel pintando la Capilla Sixtina se plasman en el acento de sinceridad y profunda melancolía que impera en el conjunto de las bóvedas (Historia del arte. El País. 2006).

Tuvo que luchar con las dificultades artísticas y, además, con apuros económicos, pues estando por entonces el Papa en guerra con los franceses, en ocasiones le faltaban los recursos materiales. Miguel Ángel tuvo que suspender la obra dos veces, y una de ellas se marchó a Bolonia. Vasari asegura que, por haber tenido que pintar medio tendido aquella bóveda, que en el centro es casi plana, en su vejez le dolían los ojos a menudo (Historia del arte. El País. 2006).

La bóveda de la Capilla Sixtina no tuvo necesidad de apologista; desde el primer día, Roma, y desde entonces toda la humanidad, se han mostrado unánimes en reconocerla como uno de los más grandes triunfos del esfuerzo humano (Historia del arte. El País. 2006).

Fue inaugurada el día de Todos los Santos de 1512. Julio II quiso celebrar aquel día la misa de pontifical en la capilla.
Vasari cuenta como anécdota que el Papa quería que se enriqueciera la bóveda con toques de oro, a lo que Miguel Ángel respondió que los patriarcas y profetas allí pintados ‘no fueron nunca ricos, sino hombres santos porque despreciaron las riquezas’ (Historia del arte. El País. 2006).

Es evidente que esta maravilla del Renacimiento ha marcado un antes y un después en la historia de la pintura del mundo. Se considera al conjunto la culminación del ideal universalista. Todos los elementos figurativos representan desde la creación de la humanidad hasta la visión del Juicio Final. Reúne, en su conjunto, la historia de la Salvación a través de los episodios del Antiguo Testamento (Enrique Valdearcos Guerrero, Historia del Arte).

Miguel Ángel cultivó varias manifestaciones artísticas, como la pintura; en la que resplandece su genialidad. Las artes plásticas del Renacimiento italiano están representadas por grandes artistas, que encarnaron a la perfección el arquetipo de uomo universalis que tenía una gran vigencia en aquel momento. Se trataba de hombres geniales en diversos ámbitos de las artes y el saber a los que se enfrentaban desde un punto de vista racional y no desde el prisma de la fe, como en la Edad Media.
Miguel Ángel se sitúa en el Cinquecento italiano. En esta época predomina la perspectiva lineal y atmosférica. En esta época la arquitectura se utiliza para realzar la monumentalidad de las figuras que en ellos se pintan, un gran ejemplo de ello es la Capilla Sixtina. El arte se adecúa a las normas de la arquitectura (Raquel Gallego, 2009).

La ciudad predilecta en esta época será Roma, principalmente por la influencia del Papado, el cual se convertirá en el gran protector de los artistas y contratantes de obras. En estos momentos el arte renacentista alcanzará su culminación (Renacimiento en Europa, ArteEspaña).

Como estilo definido no existe una conclusión definida, pero hablaremos entonces de momento culminante de punto espacial y temporal donde convergen las inquietudes de todo un siglo de estudio e investigación, conformando un nuevo lenguaje plástico opuesto al del mundo medieval, como hemos señalado anteriormente. Destacan varias personalidades que marcarán esta época: Leonardo da Vinci, Rafael y Miguel Ángel (Real Colegio Loreto, Pintores del Cinquecento).

Estos artistas, con sus obras, dan un impulso al desarrollo técnico de la pintura y se convierte en un estilo y modelo a seguir en sus diferentes facetas.


La Capilla Sixtina fue un proyecto ambicioso que Miguel Ángel llevó a cabo en un tiempo récord, mostrando el talento y la grandeza de este pintor.





Ana Barrero.

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