Quizá fue el puerto Le Havre o la pasión por descodificar
las sensaciones de la luz y la perspectiva, pero en su obra se repiten el mar,
el puerto, las playas, los pescadores, los bañistas y las celebraciones, bajo
la influencia de la luz de su ciudad, Le Havre.
Dufy nació en esta ciudad marítima y comenzó a trabajar desde muy
joven en su puerto como controlador de barcos, por la noche estudiaba pintura
en la escuela municipal, de esta época es el
autoretrato que podemos ver a la entrada de la exposición en el museo
Thyssen Bornemisza de Madrid. Un retrato que sigue la línea de su primera
escuela, pero con una luz particular, la mitad de su rostro se ilumina con los
tonos cálidos del atardecer atlántico. Poco después le concederían una beca
para estudiar en la escuela de Bellas Artes de París. Allí contactó con los
nuevos movimientos artísticos de la época y sus autores: conoció a Pablo
Picasso, fue compañero de estudios de Georges Braque, y seguidor de Matisse, aunque éste no le
profesó la misma admiración, sino todo lo contrario.
Pronto se contagió Raoul del entusiasmo impresionista, en
esta época pintó El Mercado de Pescado, las pinceladas cortas y yuxtapuestas lo
revelan. En la obra vemos el interior de la lonja, la profundidad está marcada
por tres franjas: la inferior en tonos cálidos, la intermedia que agrupa a los
personajes y en la superior los colores fríos tiñen los elementos
arquitectónicos. Aquí se comienza a revelar un cambio hacia el fauvismo, la
señal es una interrupción en la pincelada impresionista que da paso a un área
de color liso en la blusa de una de las pescaderas.
14 de julio en Le Havre, el autor recrea un cuadro de Claude
Monet con el mismo motivo, la celebración de la fiesta nacional francesa, pero
cambiando su técnica, Dufy se adentra en el estilo fauvista y colorea grandes
zonas con colores lisos, banderas y paredes lucen areas monocromáticas, en
general pocos colores y muy vivos.
El campo de trigo es quizá su obra más famosa, vemos en ella
una escena de siega con caballos. Un paisaje bucólico, en un día claro y azul,
contrastando con un campo dorado de espigas. Los colores, arbitrarios, cálidos
y acogedores sobrepasan los contornos de las figuras, patente sobre todo en los
caballos.
El artista también experimentó con el punto de vista,
elevándolo en unos casos para compartirlo con los pájaros que sobrevuelan los
veleros, y en otros comprimiendo la perspectiva como si de un teleobjetivo se
tratara. Para él, desde una visión elevada y lejana, la escala de los objetos carecía de importancia,
así las personas podían tener el mismo tamaño que los barcos desde este punto
de vista.
Antes de la Segunda Guerra Mundial, Le Havre era un destino
vacacional, y el artista pintó en muchas ocasiones las pasarelas de sus playas y
frente al casino Marie Christine. En Reflejo del sol en el agua captamos su
visión de ese momento, los bañistas diluidos en el agua, contrastan con los
trajes oscuros. El sol contorneado de negro nos avanza su visión de lo que es
un contraluz. Al contrario que en fotografía, él sentía que el negro era el
color que mejor
representaba la luz cegadora, porque impide ver casi todo lo que
le rodea. Esta visión se repite en su serie de cargueros negros, varios cuadros
en los que las naves están envueltas en una gran masa negruzca, que representa
ese exceso de luz que impide su visión detallada.
Estos cuadros, pintados al final de su vida han sido
interpretados a veces como un presagio de su cercana muerte, la amargura de ver
su ciudad destruida por la guerra y el sufrimiento de la artritis que padeció
al final de su vida.
Dufy ha sido menos conocido que otros pintores contemporáneos,
quizá por una interpretación edonista de su obra. Escenas desenfadadas y
alegres, llenas de bañistas y fiestas junto al mar, que parecían reflejar una
sociedad irreal. Sin embargo, Dufy intentó siempre que su estado de ánimo no se
trasmitiera a su obra. Por eso quizá tanto la negritud de sus mercantes como la
vivacidad de sus regatas era más expresión de la luz marina que su visión de la vida.
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