sábado, 4 de junio de 2016

En la galería Gema Llamazares de Gijón y anteriormente en el Centro Niemeyer de Avilés, los  espectadores hemos podido presenciar  la exposición Devastación de la artista asturiana Soledad Córdoba, toda una galería de paisajes y autorretratos que rebosan creatividad y sentimiento.

Soledad Córdoba. Exposición Devastación.

Soledad Córdoba (Avilés, 1977) es una artista reconocida que ha conseguido importantes reconocimientos nacionales como el primer premio de Fotografía “El Cultural” del periódico El Mundo (2001), el primer premio de Fotografía Certamen Jóvenes Creadores del Ayuntamiento de Madrid (2003) o el primer premio de Artes Plásticas “Premio Joven” concedido por la Fundación General de la Universidad Complutense (2004), a eso se suma su doctorado en Bellas Artes, lo que nos da una idea de la artista a la que nos enfrentamos.

El título de la muestra ya es de por sí revelador de lo que nos vamos a encontrar, todo un universo onírico e inquietante en donde el cuerpo de la artista juega un papel central y fundamental como base de muchas de sus obras, tal y como viene siendo habitual en sus trabajos. En esta ocasión, la artista utiliza escenarios desolados, vacíos, estériles o abandonados como telón de fondo de su fotografía y se coloca a ella como eje central de la composición, con el color negro como elemento expresivo de sus sentimientos.
 
Obra Devastación IV
En la exposición de referencia, las obras se engloban en torno a dos ejes temáticos denominados Hogueras frías compuesto por piezas fotográficas de grandes dimensiones, una proyección en vídeo y una instalación y Ojos tatuados conformado por dibujos de autorretratos repletos de simbolismo y sentimiento
Obra Devastación VIII
y que expone por primera vez. 


A ello se suma el denominado Cuaderno negro, un estilo de diario de a bordo, donde la creadora incluye escritos basados en sus conversaciones con la comisaria de la exposición Susana Blas y con la poeta Alejandra Pizarnik. Todas estas diferentes manifestaciones creativas aportan innovación, riqueza y diversidad a esta muestra ya de por sí repleta de matices e interpretaciones.



Lo que el espectador ve a lo largo de la exposición, es a la artista enfrentándose a emociones negativas y en territorios desolados afines a su estado mental, pero apostando con su actitud, porte y mirada firmes por enfrentarse a ellos, en luchar y en sobrevivir.

Los elementos principales y más características en la muestra, son el uso de la fotografía como base de sus creaciones y de su propio cuerpo como eje reflexivo principal de su obra y con el que nos quiere transmitir sus emociones y experiencias vitales. Los paisajes en los que se desarrollan sus piezas resultan ser escenarios fríos, crudos, sacados de un realismo oscuro y apocalíptico repletos de naturalezas muertas, junto con elementos simbólicos que confunden al espectador con tintes oníricos. Naturaleza y cuerpo se unen para dotar de significado y emociones sus fotografías, piezas idóneas para un público inteligente y reflexivo. Sus fotografías irradian fuerza, emoción y belleza y en muchas de ellas destaca la blancura de la piel de la fotógrafa que contrasta con el color negro de sus piezas, así como sus grandes ojos, como elementos focalizadores y expresivos de gran parte de sus fotografías y dibujos. Algunos de los elementos de los que se rodea Soledad en esta muestra son inmateriales como el humo o tangibles como ramas secas o velos que enmarcan y envuelven su cuerpo físico y su rostro y que aportan más colorido y peso al conjunto.

Obras Devastación IX y Devastación II

Al espectador le confiere un papel activo, de intérprete de sus creaciones y como agente de reflexión de los estados emocionales que trascienden de las fotografías. Estados que expresan dolor, soledad y abatimiento, pero que también irradian belleza y emotividad.
En definitiva, una exposición recomendable para todo aquel que guste de ver sentimiento e innovación a partes iguales.




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